Entre colinas de tierra roja plantadas de olivos, Güevéjar simboliza la resistencia de un pueblo a la historia y a los reveses de la naturaleza. La inestabilidad del terreno sobre el que se asentaba provocó la destrucción de gran parte de las casas en el ‘terremoto de Lisboa’ de 1755 primero y después en el ‘terremoto de Arenas del Rey’, sucedido en la Navidad de 1884. Este último abrió grietas de tal dimensión en la tierra que desaconsejaron la reconstrucción de Güevéjar y propiciaron el traslado de la población a su actual emplazamiento, sobre suelo mucho más firme y seguro.
Todavía son visibles los restos de la antigua población en la base de la llamada Peña de Bartolo. Ahora, este municipio se halla enclavado en el último espigón de la Sierra de la Yedra, orientado hacia la Vega granadina, y a tan solo 10 kilómetros de la capital, en una zona en la que abundan las cuevas kársticas. La localidad forma parte de La Ruta del Califato, una de las sendas de El Legado Andalusí que une las ciudades de Córdoba y Granada a través de sus tierras y las de Jaén. Lógicamente, el trazado de la nueva localidad responde a los criterios urbanísticos imperantes a finales del siglo XIX, con calles rectilíneas y cruces perpendiculares que centran su punto de referencia en la Plaza de la Constitución, un espacio amplio y arbolado donde se ubica el Ayuntamiento y la iglesia parroquial. Historia
Este territorio estuvo ocupado desde antiguo, como atestigua el descubrimiento de una punta de flecha perteneciente a los siglos VIII-VII a.C. y una estela romana del siglo II que se conserva en el Museo Arqueológico de Granada. La villa se identifica antes de la llegada de los musulmanes con el lugar llamado Ubexar. En época nazarí, Güevéjar es mencionada por Ibn al-Jatib como Wabasar.
En 1569 la villa quedó casi desierta al rebelarse su población morisca contra la pragmática de Felipe II, obligando éste a sus habitantes a abandonar las creencias y costumbres musulmanas. Fue repoblada a partir de 1571. Gastronomía Los productos de la tríada mediterránea –pan, vino y aceite– son de notable calidad en Güevéjar, que tiene también justa fama por la elaboración de sus embutidos caseros, realizándose en domicilios particulares la matanza del cerdo. Sus principales platos tradicionales son las gachas picantes, el choto al ajillo, el cordero a la caldereta y las migas con melón del terreno. Dentro de los dulces destacan roscos, leche frita y borrachuelos.